El tiempo puede juntar su ubicuidad a exordio de la naturaleza real; son mínimo dos realidades: el presente y el recuerdo de este ( el denominado pasado ). La confusión se da al despertar al verbo de si mismo, en una unión del recuerdo y el vacío, que es la interacción del espacio en los secretos del universo. Es la confusión que trae las escaleras. Esta se esconde en los agujeros negros... que devoran la luz, el tiempo, la existencia misma de la nada o quizás la vida verdadera.
Fue cuando era niño y de una manera inconsciente me perdí en mi casa. No tenía idea por qué veía todo tan diferente. Por qué todo me sabía tan ajeno si todo era parte de mi y de mi vida. Recuerdo que todos habían salido y me quedé leyendo la filosofía de Kunther (una edición de 1850), de pronto subí por las escaleras desorientado por un vacío que sentía en los ojos. Alguien estaba bajando, era una persona joven que tendría por lo menos 20 años. Llevaba unos lentes negros y un libro en su mano derecha. Mi libro. Estaba bajando como si no me pudiera ver. Como si yo no existiese. Me detuve en medio de las escaleras mirando o mirando como no me miraba.
La escalera era (es presente) de un metro aproximadamente de ancho. El sujeto no me vio y pasó sobre mí como si él fuese espíritu o como si yo lo fuera. No recuerdo que sentí, me quedé parado, pensando en aquella frase de Kunther: “ el laberinto de los tiempos (el del espejo negro) está en la irracionalidad, al igual que la vida”. Me vino a la memoria el día que encontré el libro debajo de mi escritorio ( mueble que pasó por varias generación ). Pero me quedé aturdido y sin voltear a ver a la persona que traspasó mi cuerpo, levanté la vista lentamente por un sonido de queja mientras iba subiendo de a pocos y asustado, y un señor subido de peso pasó sobre mí sin siquiera mirarme, me sentí muerto, que mi vida solo fue un sueño fugaz de un niño que estuvo a punto de morir y que ahora está muerto. Cómo era posible esto. Quienes eran ellos o quien era yo.
Seguí subiendo las escaleras y no me sorprendí cuando un anciano, está vez, atravesó mi materia. No pude hacer más que cerrar los ojos cuando esto ocurrió. La sensación de ser espíritus y parte de nada se apodero de mi existencia. Terminé de subir las escaleras totalmente confundido y asustado y voltee despacio para verlos. El joven ya había terminado de bajar y el señor aún iba por la mitad y el anciano bajaba más lento, más despacio. Desmayé como una pluma al agua. Al levantarme quise olvidar todo lo visto. Luego opté por dejarlo como un sueño; pero no puedo hasta ahora sacarlo de mi mente. Ya pasaron varios años y bajé por las mismas escaleras y nos cruzamos las mismas personas ( el anciano, el señor, el joven y el niño ); ahora era yo el joven y me di cuenta que éramos los cuatro la misma persona, ahora solo me queda esperar los dos encuentros restantes.
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