Todos lo saben, yo maté a esas tres personas, lástima que dos de ellas hallan sido niños. Lo hice porque dios me lo pidió. Yo estaba durmiendo e hizo que me levantara, él lo dijo y yo lo escuché claramente.
Él lo dijo, luego apareció con una botella de whiski y comenzó a tomar dejando salir algunas gotas que rodaban por el extremo izquierdo de su boca, bañando su mentón y dejándose caer como gotas hacia el suelo. Luego sacó un par de cigarros de su bolsillo derecho y encendió el suyo con mutua elegancia, le pregunté por qué hace eso, si él es dios. Renegó al decir: “porque eres a mi imagen y semejanza”. Me quedé parado. Temblando. Por qué vino justo a mi.
La tercera persona era mujer. Cuando le clavé el puñal, me sentí como Abrahán esperando la voz de dios diciendo, esta bien, sé que me eres fiel y que darías por mí lo más sagrado que tienes, pero su voz no apareció. Ella murió casi enseguida, un leve gemido salió de su boca y su sangre dibujó una línea entre sus labios y su almohada. Quise pensar que como dios me mandó hacer esto, él tenía el poder de retroceder el tiempo, si, eso era, él retrocedería el tiempo para que ella viviese.
Luego proseguí con los niños, todo estaba oscuro y ellos durmiendo, parecían angelitos susurrando entre sueños, soñando con angelitos traviesos. Temblé, temblé, como ahora tiemblo al recordar la sensación de culpa. La oscuridad acompañó mis lágrimas, el silencio desprecio mi encargo, la nada se volvió mi todo, mi esperanza absurda resucitó mis ansias.
Mi puñal exploraba dos veces más el vientre de una persona, como un explorador que se pierde en el bosque, los niños esta vez. Fue cuestión de segundos y un grito mató mi alma, eran ellos, los niños, lanzaron su último te quiero papi. En la oscuridad quedé en oscuro, mientras nadaba en ese océano tan salado que provocó mis ojos. Observé los tres cuerpos y grité a media noche - Ya hice lo que me pidió señor. Yo estaba cansado de llorar. Él apareció con otra botella de whiski, mareado y caminando en el aire.
-No sabes-dijo-no sabes que se siente ser eterno, estar condenado a no morir, crees que esto me embriaga, nada, nada me puede hacer daño, porque soy dios. como los envidio. Tiro la botella al piso reventándose a la lado de los cuerpo.
-No, ya no soy tu dios, soy su enemigo, el diablo (pero eran uno mismo) o como quieras llamarlo. Comencé a temblar aun más.
Mi cuerpo me temblaba, de pronto me dio miedo ese ser, me dio miedo esos cuerpos a quienes yo les quité la vida.
-Tuteas al diablo y te da miedo la muerte? Me preguntó.
-Devuélveme a mi esposa a y a mis hijos, tu me engañaste.
-No, tú te engañaste. Pensaste que con hacerme caso irías al paraíso con tu familia. Que fácil, que egoísta que eres, tú solo te has engañado, creyendo esa propuesta, ese mandato.
Era verdad de alguna u otra forma, fue egoísmo, el bien tiene algo de maldad, y la maldad es necesaria por que es la comprobación del bien.
Me acerqué al charco de sangre y quise morir para siempre, mi lengua saboreó de las tres aguas rojas y quise quedarme ahí, con mi familia mientras cubría sus cuerpos con una frazada para que no sientan frío.
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