Cruzaba la pista pensando en el sueño que había tenido aquella madrugada y que intentaba recordar como quien recuerda algo importante cuando tropezó y cayó bruscamente, la luz del semáforo había cambiado dando paso al avance irremediable de los autos a una velocidad urgente. El miedo no le permitió mover miembro alguno. La oscuridad por el poco alumbramiento del lugar hacía que no se le distinguiera en la pista. Los autos se acercaban con sus luces prendidas a una velocidad urgente.
Semiparado alzó la mirada hacia los carros. Recordó su vida en cuestión de segundos. Mamá quiero ser chofer. Cuando de niño casi cae al río. Cuando a los 18 tuvo su primera enamorada. Una frase le vino a la memoria y no recordaba. Los autos se le acercaban más y sus luces lo cegaban por completo. Gritó desesperado cerrando los ojos, pensando en todo y a la vez en nada.
Semiparado alzó la mirada hacia los carros. Recordó su vida en cuestión de segundos. Mamá quiero ser chofer. Cuando de niño casi cae al río. Cuando a los 18 tuvo su primera enamorada. Una frase le vino a la memoria y no recordaba. Los autos se le acercaban más y sus luces lo cegaban por completo. Gritó desesperado cerrando los ojos, pensando en todo y a la vez en nada.
Levantó la vista con esfuerzo como si su mente le pesara, observó su habitación y se dio cuenta que era la de un hospital. Sería algo normal su estancia en este lugar después de un accidente que también no recuerda o al menos cree que pasó. Una mujer entró al cuarto, reconocería después de mirarla fijamente que era su madre; pero tenía varios años menos, ¿Cómo está mi angelito? Hace varios años que su madre dejó de decirle ese diminutivo. La extraña nueva apariencia de su madre lo dejó desconcertado, se veía tan joven - Mi angelito ¿está bien mi niño bueno?. Ángel inclinó levemente la cabeza un tanto avergonzado de que lo llamen de esa manera a los veinticuatro años, aunque sea en privado, y un tanto extraño porque se sentía diferente y más liviano, se asustó pensando que había perdido alguna parte de su cuerpo. Pero al verse se dio cuenta que no tenía el cuerpo de un hombre de veinticuatro años como lo era, sino el de uno de 10, no era concebible, él no tenía esa edad, él había dejado de ser niño ya tiempo, -¿Pero su madre? Ya encontró respuesta a la juventud de ella, era eso, -Mamá tengo miedo. Ella lo abrazó con ese calor materno que él no percibía desde los catorce años, quizás por la edad, quizás por la vergüenza. Se sintió bien porque volvía a ser niño.
No preguntó nada, no quería saber que hacía allí, se quedó callado hasta la noche. No podía dormir. Percibió un sonido extraño por un momento; pero se quedó dormido como un niño. Soñando en jugar de nuevo y es que la convicción de ser feliz no se da en cambiar al mundo a nuestra manera sino que nosotros cambiemos para ser felices en el mundo. Durmió pensando que la parte de su vida posterior a la edad que tenía ahora, fue sólo un hermoso y extraño y triste sueño.
Abrió los ojos lentamente para ver con paciencia su nuevo mundo que no entendía, había despertado antes pero no abrió sus ojos hasta después de un momento en que pensó en aquel sueño que intentaba recordar cuando los autos iban a atropellarlo.
Ya no estaba en la habitación del hospital cuando despertó por completo. Se levantó en su cuarto, o al menos lo sería o creyó que lo fuese por un ambiente de familiaridad que sintió en su entorno; aunque todo lo veía extraño. Cuando se levantó, cálculo mal y tropezó. Ya no era un niño, sintió su cuerpo pesado, ahora era un anciano de unos setenta años, miró sus manos arrugaditas y sus lágrimas salieron como orugas transparentes sobre su rostro. El miedo lo hacía llorar. No sabía que pensar, ese maldito sueño, desde entonces todo es tan extraño. Comenzó a orar pidiendo ayuda, una ayuda a su laberinto de tiempos por favor. Ayuda porque el peor sufrimiento es el no saber de qué sufrimos.
No quiso levantarse del suelo y tampoco tenía fuerzas para hacerlo, no quería abrir la puerta de su supuesto cuarto, ya que tal vez no vería a nadie. Y de nuevo percibió ese sonido extraño y tosco, no podía definir que era, además estaba muy confundido por todo lo que le pasaba para ponerse a pensar en un eco insignificante. Volvió a quedarse dormido porque no tenía fuerzas para otra cosa más.
Al levantarse no quiso abrir los ojos ya que no sabía que le esperaba, que temía o si debería temer; pero los abrió lentamente esperando lo más terrible. Estaba en una cama a lado de una mujer. Ella posaba desnuda mientras dormía, con una hermosa sonrisa en su rostro, y apoyada en la almohada. Una sonrisa de mujer. Mejor aun, su mujer. Él nunca la había visto, pero se sentía bien a su lado. Acarició tímidamente la silueta que ella dejaba ver sobre la sabana blanca que la cubría. La tomó en sus brazos, -¿Amor? Preguntó la mujer. Ella lo beso por inercia, él la trajo hacia si he hicieron el amor. Era la primera vez que él hacía el amor. Mientras se abrigaba en su pecho volvió a pensar en el sueño. Pero eso ya no le importaba porque era feliz, no por el orgasmo sino porque sentía que un ser lo amaba y lo necesitaba, y se sintió amado, y se quedó dormido... pero antes de ello levantó un poco los párpados porque de nuevo percibía ese sonido extraño que oscilaba en cada espacio de la habitación.
Se levantó con la convicción de encontrar a aquella mujer a lado suyo y contarle todo lo que le estaba pasando, pero despertó como un anciano, débil y triste, sentado en un jardín inmenso. Después se daría cuenta por las cruces y las muchas flores que era un cementerio.
Al parecer se había quedado dormido recostado en la tumba. Leyó el nombre de quien pertenecía y no le era familiar en su memoria pero si en la forma de pronunciarlo, como si lo hubiese emitido muchas veces antes. Después se daría cuenta por una pequeña foto que la tumba pertenecía a la mujer con quien había hecho el amor. Se sintió abatido. Miró a su alrededor y vio un bastón al costado suyo. Lo cogió. Contempló su terno negro pensando que ya estaba muerto. Ser feliz e infeliz en un cerrar de ojos le era realmente insoportable; sin embargo ello es un pequeño reflejo de la vida. Deseaba morir, tenía pensado aquello y lo iba hacer. Se sacó su abrigo con mucho esfuerzo y un revólver cayó al suelo. La solución a estas pesadillas, al parecer se aproximaban. Miró delicadamente el cargador cilíndrico del arma y las balas que ahí reposaban, mientras intentaba recordar el sueño que lo encerró en todo esto; pero por más que parpadeaban sus débiles y lentos y pequeños ojos no encontró respuesta. Cogió el revólver con las dos manos y sintió su frío y su contextura cruda, y su esperanza para acabar con este sufrimiento. Reflexionó sobre su vida o aquellas vivencias que creía que enmarcaban esa palabra. Subió el revólver a la altura de su sien para terminar con estas historias, era libre de hacerlo porque no tenía motivo alguno de seguir vivo. Comenzó a mover su dedo índice lentamente y con fuerza y con la firmeza de ser feliz. Unas lágrimas le brotaron de pronto. Su mano temblaba por el peso. A lo lejos escuchaba de nuevo ese sonido, pero esta vez se acercaba rápidamente. La parte central de su dedo hacía avanzar ya el gatillo... lo hizo. Un sonido estremeció su memoria.
Asustado abrió lentamente los ojos para saber por qué aún seguía con vida o para ver si ya estaba muerto, y observó que los carros venían tocando sus bocinas en la pista donde había caído.
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